Hasta el papel…

30 04 2010

Las historias por lo general tienen solo un lado. Uno único e irrepetible. Una única voz donde todo es absoluto y las rimas se van dando con el candombe de la música que suena de fondo. La historia siempre fue de Des y no mía. Ella pidió, quizás para entender mejor la situación o tal vez  solo para no hacerme quedar como un boludo, que contara y compartiera mi emoción y su efecto.

Amo a esta mujer con una efusión completa y desbordada, la amo con el pecho abierto y las manos en constante encuentro, pero siempre fue su historia y solo de ella. Yo solo robé una piecita de esta torta, unas migas y las compartí con algunos que cruzaron el charco virtual para ver este lado de la misma locura que nos unió.

Fue feliz saber que hay gente que cree que escribo decorosamente y fue lindo entender la emoción que empuja a mi mujer a contarles sus cosas y otras muchas veces nuestras cosas. Fue una experiencia distinta y aunque suene frívolo y superficial, también fue enriquecedora.  Seguiré con mis textos con mi pasión por la letra escrita y quizás algún día termine estas novelas que estoy escribiendo y sea un mediocre escritor, pero publicado. Quizás algún día me lean en papel sin saber que ZV o GS es el autor… Juro que si eso sucede, seré definitivamente el hombre más dichoso de la tierra.

Hasta el papel…

o hasta que Des me pida alguna otra locura.

Abrazo, medalla y beso.

ZV o GS, como más os guste.





Sabés.

27 03 2010

Des: Solo decir lo que siempre digo y que tantas veces te molesta: Amo que seas vos.

Un año en BA. Un año con vos.

Z.V. ***





Sensaciones distintivas. Trigésimoseptimo.

25 03 2010

-No puedo creer que no te des cuenta de los que nos pasa… -dije calmo pero lleno de fiereza contenida.

-No sé. No sé. Estoy confundida.

-Es que  es fácil. Si no parás, vas a escribir finalmente, algo que nos lastime a los dos y de donde no haya retorno. Es como un plato, se cae, se raja y después por más que lo guardes en el más seguro de los rincones de la alacena ya esta así. Se entiende…

Des miraba sin comprender o sin querer hacerlo.

-Sigo sin entender como no paraste antes, -agregué. -No me quise meter porque esperaba que te dieras cuenta sola pero… todo tiene un límite y si no lo paro si no te paro, el culpable de que nuestra relación se vaya a la mierda seré yo.  Entendé que esto que digo es solo porque te amo y no quiero perderte y siento que si seguimos con esta pelotudez tarde o temprano algo va a surgir que nos va a lastimar enserio. Paremos ahora que creo aún estamos a tiempo.

La verdad es que no lo estaba, las dudas cabrioleaban en mi cabeza como en una fiesta Griega y sentía como los platos eran arrojados al piso con perfecta malicia. Pero no podía lastimarla, no quería. Ella no estaba convencida. El blog era más que solo una historia de soltera, era una catarsis, una manera de acompañar su necesidad de comprensión…

-Pero no quiero dejar de escribir. Para mí es muy importante. Me gusta hacerlo y siempre pensé que no podía…

-Nadie dice que no escribas, interrumpí. –Pero no hay necesidad de algunas cosas y lo de hoy… -Respiré hondo y pensé por un milisegundo lo que diría a continuación. -Te odié, ¿entendés? Te odié y no me gusto la sensación.  No quiero volver a sentirme nunca más así.

Dábamos vueltas sobre un tema que nos rondaba, como chacales hambrientos. Una sombra que se nos había estado acercando y a la cual no habíamos hecho caso alguno esperando que se disipara como las neblinas de las mañanas bonaerenses.

¿Y entonces qué hago? No quiero que nos peleemos pero no quiero…

Dudaba, se le hacían nudos en la garganta con alambres de puas que se le clavaban y le enjuagaban los ojos. Des estaba deshecha y yo estaba igual. Nos dolia no podíamos seguir con ese disfraz de libreacion absoluta cuando los dos necesitábamos la total atención del otro. El completo amor y la insoportable pasión por estar juntos.

-Puedo escribir sobre nosotros… nuestra historia.

-¿Es tan necesario? No podes sencillamente parar, escribir otra cosa, escribir ficción.

-Pero yo no sé escribir de  otra manera, no se inventarlas. No me sale.

-¿Entonces?

-Tengo que pensar no sé cómo seguir. Creo que podría escribir sobre nosotros. ¿A vos te molestaría?

-La verdad es que no sé. Imagino que no me molestaría pero siento que te exponés mucho. Contás cosas que son muy tuyas. No sé  si es la mejor de las ideas. Solo sé que hay que parar.





Llevo.

17 03 2010



Llevo casi un año viviendo nuevamente en BA. Llevo casi un año entendiendo que también hay otras cosas de las que no me arrepiento.  Llevo de las buenas y de las malas. Llevo un año de amor, de acuerdo interior, de resultados tangibles. Llevo un año de besos, de piel, de sabanas plegadas y contraídas. Llevo conmigo el peso de su cuerpo en la espalda, el de su cuerpo en mi pecho, el de su mirada intensísima en la mía. Llevo un bagaje de historias por contarle, de cuentos por leerle, de sonrisas inesperadas y sisadas con desparpajo. Llevo las utopías a cuestas, las ideas deshilachadas como los dobladillos de mis pantalones  y los ideales remangados. Llevo la locura aferrada a mis ideas y la suya empujando mi  manía viva. Llevo la pasión por lo que viene, la pasión por lo que no quiero y la pasión por lo que puede venir sin que yo lo sepa ni procure. Llevo la barbarie a cuestas, el atraso a cuestas y el malhumor al ras como todas las veces.  Llevo la tosquedad de mis manos, la torpeza de las tuyas y nuestros dedos entremetidos como un nido en invierno. Llevo la lectura pendiente, la recomendada y la que definitivamente nunca leeré. Llevo los cuentos oídos en viejos fogones, los que me hicieron en mis trabajos y los que hice buscando historias distintas. Llevo las mentiras ensortijadas en audacia, en ficciones de otrora, las pedidas lágrimas de cocodrilo  y las que saliendo reales de mis ojos solo fueron tan duraderas como el olvido en el que se encubrieron.   Llevo lamentos ajenos, lamentos propios y de oprobio mal disimulado. Llevo la sonrisa falsa para muchos, la verdadera para pocos y la interna solo para ella. Llevo conmigo la efusión por lo que emprendo, por lo humilde de los grandes y por el asco de los que no lo son y dibujan serlo. Llevo el cuchillo afilado para trozar a los que no tolero y obviar a los que no les antoja.  Llevo la piel manchada con los pasos del tiempo por eras de espanto, fosforescencia y de cerrazones.  Llevo las máculas que no pude borrar y las que no me dejan tapar ni disimuladas entre las ropas. Llevo conmigo las uñas clavadas en la carne, las de placer y regodeo y  las de queja suplicante.  Llevo la carraspera de iglesia ante la estupidez ajena, la tos de velorio parsimonioso y el suspiro de piel desnuda sembrada en el viento. Llevo la música que me excita y estimula, la que me duerme en todos lados, la del asco evidente y la que nunca podre escribir, ni crear, ni tocar por ignorancia adquirida. Llevo las leyendas que no son, soy, ni seré, las que no corrieron y las que pueden ser si las invenciones del hoy se plantan y se marchan. Llevo las arrugas de mis décadas, las canas de mis días, los kilos de los años, los ojos de siempre y los dolores que no se desvanecen como a los veinte. Llevo mi tenaz deseo, mi  terco apetito, mi tozuda codicia y mi porfiada incapacidad de escribir y la frustración que conlleva.

Llevo…





Cine, libros y blogs.Trigésimosexto.

3 03 2010

Des escribía salteado entre cenas, largos paseos y extensas sesiones de lucha de cuerpos. Mientras crecía la relación de manera exponencial. Dormíamos juntos todas las noches y si bien nos obligábamos a decir que no vivíamos juntos la realidad era muy distinta. Los dos de lenguas agudas y filosas nos divertíamos hablando no muy bien de algunas personas, de actitudes de new rich de ciertos familiares, de lo feo que puede ser un bebé aun a pesar del dicho popular. De las miserias que nos rodeaban y de las propias. Era divertido subir la apuesta en cada una de esas charlas, de esos parloteos sin sentido. Algunas veces no nos salvábamos ni nosotros mismos del bonzo.  Discutíamos  sobre temas en los que nunca nos poníamos de acuerdo y era entretenida la  lucha de intelectos en temas tan triviales como: Woody Allen. El cine en blanco y negro. Autores clásicos versus nuevas promesas. Ser snob ya no es cool. ¿La fotografía es arte? El arte moderno y su nada expuesta. Calder. Zapatillas versus zapatos.

Eran horas de vocablos intercalados por espacios de sonrisa. La pasábamos increíble y de a poco nos estábamos transformando en más que sexo fantástico y cuerpos sudados.  Estábamos llenando espacios del otro con nuestras características y nuestras necesidades. Estábamos recuperando cosas que habíamos perdido y que por esas cosas raras que tiene la idiosincrasia del destino, estaban dando vueltas en los ojos y las manos del otro.

Salimos del subte en la esquina de juramento y pasamos por la vidriera de una librería. Los dos tenemos una fascinación por los libros y es casi una obligación detenerse a ver a criticar y curiosear. Tenemos gustos similares, apenas distintos mas no dan repulsión las mismas cosas. Nos unimos en el asco por autores determinados y nos reímos a mandíbula batida cuando vemos algunos ladris que, increíblemente publican.

-Que increíble, ya cualquiera publica. ¿Quién  es ese y quién es capaz de comprarlo? –Señale indicando un libro expuesto. –Habiendo tanto por leer como puede ser que alguien pierda tiempo en leer esas porquerías.

-Yo lo leí, –me  dijo maliciosa.

-No te puedo creer. ¿Enserio? –Dije sorprendido.

-Sí. Está bueno. Leí el blog y compré el libro.

-Hay cosas que no puedo entender, como la gente inteligente como vos lee estas pelotudeces. Si tenés ganas de escribir, poné el culo en la silla escribí mucho, trabajá mucho y recorrete las editoriales…

-Pero están buenos. Hay historias muy lindas y divertidas. Esta bueno leerlos.

-¿Lees muchos blogs?

-Sí. Deben ser unos diez. Ese estaba muy bueno, lo leía muchísima gente.

-Pero no entiendo, no lo voy a entender. ¿A vos también te leen muchos?

-No, -minimizó. –Deben ser unos cuatrocientos por día. Pero la mayoría no comenta. Y otros lo hacen siempre. Yo los que leo los comento. Me gusta contarles lo que me producen sus historias. Opinar sobre temas que desconozco. Esta bueno, -decía sonriente.

-Sigo sin entender…

-Es que te negás porque no te gusta lo que escribo.

-Lo que no me gusta no es que escribas un blog lo que me molesta es la exposición. La necesidad del detalle…

-Es que lo empecé a escribir pensando en mí necesidad, no en una probable pareja.

-Eso está claro, -dije bajando el tono de la discusión, sonriéndole. –Lo patético no es escribirlo, lo patético es leerlo.

No hace falta aclara que mis palabras no consiguieron el efecto deseado…

-Entonces yo soy patética. -Dijo mirándome a los ojos con sonrisa chueca y manos en la cintura. –porque yo leo blogs de otras personas. Y me gusta hacerlo.

Me había metido en un tema sensible y no sabía cómo escapar indemne.

-Debería entrar y comentar algo,-dije superado. -Solo para molestar. Para revolver el avispero y ver qué pasa. Sería divertido, ¿no?

La película estuvo buenísima y la noche pasó llena de besos y vistazos cargados de amor.

Al día siguiente, después de aquella primera vez en la que la puntería me arrincono, volví a abrir el famoso blog…





La ciudad de la furia. Trigésimoquinto.

16 02 2010

-Si lo llamás o le mandás un mensaje, lo que vas a conseguir es que tenga tu número que es exactamente el motivo por el que vino. No puedo creer que no te des cuenta, -decía sorprendido.

Las formas que me pasaban por la cabeza eran excesivas. O ella no me entendía o yo no la entendía, pero así no se podía seguir. Ella me señalaba que era historia vieja. Pero ella no entendía que la historia vieja cuando golpea la puerta deja, inmediatamente, de ser historia. Un tipo no toca la puerta de alguien solo porque está aburrido o porque pasa por ahí, la toca porque espera que se la abran. Y en esos días los llamados y los timbres habían sido habituales.

-Basta me cansé. Vos hace lo que quieras, -dije encrespado.

Agarré lo poco que había dando vueltas y apunté para la puerta.

-¿Te vas? –me dijo interceptándome.

-Sí. No tiene sentido dar tantas vueltas. Vos hacé lo que quieras con tu vida y yo sigo con la mía.

-Pero no quiero que te vayas. – me miraba con los ojos más claros que jamás haya visto.

-Yo no me voy porque quiero. Me voy porque no puedo manejar lo que me pasa y la manera en la que lo manejas vos no me cierra. Pareciera que seguís siendo quien decís ya no ser. Y así yo no puedo.

No sabía cómo continuar. Des vivía nuestra relación con un enfoque disímil. Yo me había jugado todo. Abandoné un laburo en Londres. Renuncié a mi vida en Río y ella no podía dejar su pasado. No podía dejar su blog y sus seguidores. Me sentía tan mal. Me sentía abatido, dolorido. Una palada de tierra me caía encima con el peso de veinte personas de veinte historias.

-Des, -dije mirándola y tomándole las manos. -Tenés que tomar decisiones. Tenés que saber qué es lo que querés y pareciera que todavía no comprendés. Yo ahora me voy. Vos pensá que es lo que querés y cuando lo sepas me llamás.

Estaba furioso y ella seguía sin creerme.

-Decime que querés que haga, -me pregunto. –Le mando un mensaje y le digo que no venga más.

-Pero porqué no se lo dijiste recién. Lo tenías del otro lado del portero eléctrico escuchándote. Le decís no me jodas mas. No vengas más. Pero no, lo que le decís es ahora no puedo. Como puede interpretar este tipo eso… a ver… ahora no pero mañana si. ¿Enserio no lo entendés?

Estaba poseso. La sangre se me amontonaba en la frente y la piel se me enrojecía con la efusión furibunda arrancándome las ideas.

-¿Que querés que haga? –Volvió a decir.

-No sé, pero tenés que entender que en la cabeza de un tipo, dejar interpretaciones libres es lo mismo que una invitación a coger mañana. Los tipos son así. Interpretan lo que sus pitos les mandan. No piensan en que le dijiste que no, piensan en que quizás mañana si. Y si le mandas un mensaje donde sale tu número, lo que va a pensar es que le estás dando el dato que él quería para que te llame en otro momento. Porque ahora no podés pero mañana si y por eso, porque lo querés volver a ver, es que le mandaste el mensaje, seguramente en su afiebrada estupidez va a pensar que a escondidas lo hiciste. Lejos del tipo que estaba ahora pero se lo envias porque nadie en el mundo te coge como él y te arriesgas a todo… así piensa un boludo de estos. No lo pueden evitar. Son todos iguales. Somos todos iguales o casi todos.

La cólera se me montaba clavándome las espuelas embraveciendo mi ira, a estas alturas absoluta.

-Entonces…

-No sé. Llamalo y decíselo pero dejaselo claro. Que no tenga dudas, que no lo queden segundas interpretaciones.

-Si lo llamo va a tener mi número y me decís que no se lo querés dar, -decía mirándome perpleja.

-No es que “yo” no se lo quiero dar. Vos no deberías querer dárselo.  Llamalo pero como un numero privado para que no lo tenga.

-¿Y cómo hago eso?

Le conté una manera de hacerlo y lo llamó.

Me quedé finalmente y comimos y seguimos adelante, pero las dudas en mi cabeza zapateaban y saltaban enardecidas como en un recital de ramones en pleno gaba gaba hey.





Viernes de resurrección. Trigesimocuarto

8 02 2010

Era viernes, uno de esos cálidos con un dejillo a cama y películas. Con sabor a no despegarse ni un minuto y menos aun a compartir nuestra dicha con el exterior. Veníamos de unas semanas llenas de sutilezas, de comprensión y de entusiasmo. No había salido tema alguno referido al blog y las charlas tenían su punto de fuga solo en un futuro en común, en un porvenir acompañándonos.

Yo contaba de mis faltas y deslices y ella relataba de los propios. Nos desternillábamos con las cosas en común y nos sorprendíamos con las peripecias por las que habíamos pasado.  Los ex novios, las ex novias, las chicas y los chicos que nos habían ido cambiando poco a poco hasta llevarnos a ese tiempo. Las costumbres propias y los gustos insólitos con los que nos habíamos atravesado. Algunas eran divertidas y otras no tanto. Las culpas propias y las explicaciones del caso habían sellado una confianza que cementábamos con nuestros defectos y virtudes.

La relación crecía y sencillamente estaba bueno.

-Des, -la interrumpí.  -¿Qué cocinamos hoy?

Las objeciones variaban y saltaban desde la simple sopa de verduras hasta la más rebuscada receta del sur de Guam. Todo bailaba entre la necesidad de superficialidad y la demostración de aptitudes culinarias propias y ajenas. La candidez se nos acurrucaba abrigada y nos quitaba un poco de lo sexual, llevándonos, a velocidades increíbles, hacia terrenos mansos y sabrosos, si cabe la comparación.

Ya decidido el menú de la noche nos dedicamos a liar los bártulos. Cortábamos con velocidad acaracolada y limpiábamos, casi,  con el mismo ardor. Los olores comenzaban a rodearnos, perfumados, balsámicos. Por primera vez en mucho tiempo sentía un “lar” longe de meu Río. Una sacudida de tibia concordia me ahogaba de contento.

Nos besábamos en cada encuentro en la pequeña cocina. Todo estaba saliéndonos bien.

-Deberíamos hacer un blog de recetas, -dije.  -Uno que enseñe como cocinar en una cocina de verdad. No, como hacen los idiotas, -Para mi casi que todos lo son. – de la tele. Uno que cuente como, en una cocina chiquita con fuegos de verdad, se pueden hacer cosas ricas. Contar como aprovechar todas las hornallas y probarle al mundo que con todo listo y cortadito cualquier tontito se hace  llamar cheff.

Des sonreía y disfrutaba como Yo, lo que estábamos haciendo e insistía con que, ella, no cocinaba bien. El tiempo probaría que, eso, no era cierto.

-Deberíamos anotar las recetas que vamos inventando. -Señalaba Des, mientras caminaba a buscar un anotador donde escribir las cosas que metíamos en la cacerola. – Además las galletitas de avena del fin de semana pasado salieron buenísimas y no sea cosa que me olvide que le puse y las próximas sean una piedra como las que hiciste vos. – Sellaba muerta de risa.

Sonreíamos. La pasábamos tan bien juntos que simplemente el afuera no existía. Éramos Robinson Crusoe en una isla desierta en el medio de la ciudad, ni Viernes existía. Nada era capaz de arrancarnos de la utopía que se gestaba dentro de aquel exiguo espacio.

Entonces sonó el portero eléctrico. Des estaba lejos y la llamé para que lo atendiera mientras yo seguía con la tarea de alimentarnos.

-¿Quién es? –Preguntó.

Casi que le saltaron los ojos de sus cuencas.

Nota del autor: La memoria de este escriba apenas si recuerda los hechos que continuaron de manera inconexa e incoherente. Conociendo a Des y su memoria casi prodigiosa, seguramente será más jugosa su continuación.





Ser o no ser… Trigésimotercero.

2 02 2010

Des concebía que lo que escribía era solo de ella y de sus “seguidores” y que por lo tanto solo ella tenía laudo sobre el asunto. En su mundo de adoración cibernética la estima de las personas que no la conocían era más importante que la de las personas que la queríamos. Ella era “Des encontrada” y en ese ámbito era la ídola de  los niños como los viejos personajes de Titanes en el Ring. Comentarios de empatía, adhesión, lealtad, afecto y paganismo se repetían en cada uno de los artículos en exposición. Todos sabemos que nos encanta que nos digan lo bien que hacemos, hicimos o haremos algo. Nos hace sentir un poco distintos en esta tierra de pares y es difícil soltarlo dejarlo ir por la falta de comprensión de alguien nuevo en nuestra vida que, encima, llega después y medio como tarde a la partida.

Ok, era, casi, comprensible. ¿Pero tenía sentido? O era sólo esa sensación de mierda que me destemplaba la espalda cada vez que sabía que andaba revolcándose, en sus historias, con cuanto perdedor se le cruzaba. Lo que me situaba en una situación de capricho voluntarioso. Ella insistía en que los usaba con el mismo propósito y el mismo fin con el que los hombres normalmente usan (que fea palabra) a las mujeres. Eran solo un buen momento de sexo y muchas veces ni eso, que al día siguiente se transforma en una sobra de la cena que fue servida.

Era la heroína de su propio comic, de su película sueca donde podía estudiar las emociones humanas mientras vengaba a todas las mujeres de mundo maltratadas por idiotas con pito. En el discurso sonaba bien pero en la práctica no siempre es así. Y cuando uno siente que es absoluto se cometen errores, muchas veces de principiante, otros por tozudez o necedad. La soga se tensaba día a día, letra a letra y la plaga estaba cada vez más cerca. Era cosa de un minuto a otro. Solo bastaba que uno de los dos dijera una estupidez minúscula para que todo volara por los aires. Opté por mantenerme a un costado, por no meterme donde no debía y mucho menos reclamar que cerrara lo que tanto le había costado conseguir.

Me hice a un lado y la dejé tejer todas las historias que sintiera necesarias. Estaba convencido que más temprano que tarde entendería que lo que hacía nos podía lastimar, no solo a mí, sino también a ella en cualquier esquina en cualquier doblez. Pero no pasaba. No nos convencíamos de que la situación que rodeaba lo increíble del enamoramiento inicial era más delicada de lo que nos parecía.

La relación subía por un ascensor precioso henchido de cosas increíbles pero vibraba, imperceptible, pero intensamente y amenazaba con desbaratar todo de un segundo a otro. Yo lo sabía y Des lo sabía. La pregunta, ya a esta altura, era: ¿Sigo? ¿Seguimos?





Luces y sombras. Trigésimosegundo.

26 01 2010

La música estridente y un ambiente donde  la luminosidad y  las sombras golpeaban mi pecho acompasadas por tonos bajos y rítmicos. El calor se sentía en cada espacio libre donde los pies de otras personas no se movían. Era difícil desplazarse entre el gentío que parecía sacudirse incandescente y obtuso. Entre las negruras y destellos veo un pelo claro, no muy largo, que enmarcaba ojos que hacían un  juego clásico. Ella se batía y vibraba con la sonrisa expuesta y algunas gotas de  sudor que brillaban entre pequeñas pecas en la piel de los hombros descubiertos.

Me traigo como puedo entre los otros que bailan. Procuro acortar distancias y poco a poco voy devorando el espacio y el camino que  se angosta ante la línea del horizonte ya clavada en el canvas. Me ve y sonríe. Persigo esos ojos con la mirada hundida en sus bezos apenas rosados que me gritan en silencio y me tientan out loud. El centelleo de las  bombillas la sisaba por pequeñísimos intervalos, devolviéndola con la misma velocidad con la que la volvían a esconder en la espesura de la oscuridad nimia. La tengo a un paso me ve, me mira, me observa y me tiene. Sabe que estoy ahí solo por ella, que la situación dista de ser mi ideal pero ella lo puede y disfruta verme en la situación de acecho y ella, la supuesta presa, está lista para devorarme.

De repente, como si se hubiese hendido un hueco en el espacio una mano, de la que no veo el cuerpo, la toma del brazo. El instante se congela y el segundo cuelga un segundo más del alfeizar del tiempo. La luz se va, se oculta intencionada, maleante y dañina. Ese segundo se ensaña, estirándose, por encima de lo risueño, obligándome al odio intenso a la oscuridad perpetua.

Volvió el brillo y ella ya no existía en el lugar, habíase evaporado frente a mí como el hielo en una bebida caliente. Giré en el eje libre. Y grite su nombre. Corrí como pude hacia uno de los lados donde había menos gente tratando de encontrarla. Se me cruzaban personas, ropa en el piso y escalones maliciosos escondidos. Desniveles creados solo para alejarla. La veo, está a unos pasos de espaldas caminando hacia una salida lateral. Veo la mano que la llevó tomándola por la cintura, veo la espalda que lleva la mano, veo el pelo que acompaña la espalda. Veo el color del pelo…

Despierto.







Sombras a un costado II. Trigésimoprimero.

20 01 2010

Desnudo. Depuesto en medio de las sabanas remangadas y fruncidas de la deshecha cama. Las gotas de sexo arrastrándose impulsivas por mi piel. Mis ojos, gigantescos y huraños, buscaban espacios de aislamiento en esa cama antes llena de piel y erotismo. Intentaba tropezar con la emoción de la caída, del espacio inerte o de la cesantía y el relevo. Sin mayores sitios que los recorridos en esos días pero con el sinsabor clavado, de la confidencia leída por impulso.

Des se había plantado y me había trazado que seguiría con sus historias. Que era necesaria, en su obligatoria catarsis, en su historia personal y en su crecimiento que escribir le hacía bien y un montón de cosas que me hacían sentir una mezcla entre Pol Pot e Isabel Báthory.

Para mí, Des, mostraba una capacidad de comprensión tan baja que me obligaba a preguntarme, en esos instantes de asechanza, si sentía, realmente, como yo lo hacía. Me costaba subir al ascensor sin suponerla besándose con algún “Idiota” pasado o entrar a la cocina sin entreverla reposada en la ventana…

No me reconocía. No sabía qué era esa zozobra que me vencía y me reducía a silencio. La mudez se apoderaba de mi porte de pensamiento, dejándome autista en mi propio sentir. Amaba a esa mujer. Pero los fantasmas se agigantaban. Crecían como enredaderas por mi cuerpo dejándome tieso y contraído. Aún durante las más feroces revueltas de piel, sudor y gemidos mi cabeza desvariaba y desbarrancaba hacia la morbosa pieza de lectura virtual.

No sabía qué hacer. Las sombras de sus historias me acechaban y mis preguntas eran tan enormes como el miedo a las respuestas. Era un idiota, me lo gritaba en el espejo cada vez que me veía. Pero no lo podía manejar. Un jugador de ajedrez, como siempre me había auto descripto, era vencido por un conjunto de letras de un pasado que no me pertenecía. Me sentía un boludo un tarado… no me sentía, lo era.

Entonces… Des era mucho más de lo que había demandado en aquel puente. Había pedido una oportunidad de estar bien. Y ella me había devuelto muchísimo más. Pero para alguien, como yo, que no cree en el inconsciente, lo sueños eran muy reales. Y los tiempos en los que se presentaban no podían ser más inconvenientes u oportunos. Durante la noche, los pelos blancos y los bailes ardientes, se sentaban a contarme historias al oído, tan vívidas y efectivas, que no podían no ser ciertas.