Des escribía salteado entre cenas, largos paseos y extensas sesiones de lucha de cuerpos. Mientras crecía la relación de manera exponencial. Dormíamos juntos todas las noches y si bien nos obligábamos a decir que no vivíamos juntos la realidad era muy distinta. Los dos de lenguas agudas y filosas nos divertíamos hablando no muy bien de algunas personas, de actitudes de new rich de ciertos familiares, de lo feo que puede ser un bebé aun a pesar del dicho popular. De las miserias que nos rodeaban y de las propias. Era divertido subir la apuesta en cada una de esas charlas, de esos parloteos sin sentido. Algunas veces no nos salvábamos ni nosotros mismos del bonzo. Discutíamos sobre temas en los que nunca nos poníamos de acuerdo y era entretenida la lucha de intelectos en temas tan triviales como: Woody Allen. El cine en blanco y negro. Autores clásicos versus nuevas promesas. Ser snob ya no es cool. ¿La fotografía es arte? El arte moderno y su nada expuesta. Calder. Zapatillas versus zapatos.
Eran horas de vocablos intercalados por espacios de sonrisa. La pasábamos increíble y de a poco nos estábamos transformando en más que sexo fantástico y cuerpos sudados. Estábamos llenando espacios del otro con nuestras características y nuestras necesidades. Estábamos recuperando cosas que habíamos perdido y que por esas cosas raras que tiene la idiosincrasia del destino, estaban dando vueltas en los ojos y las manos del otro.
Salimos del subte en la esquina de juramento y pasamos por la vidriera de una librería. Los dos tenemos una fascinación por los libros y es casi una obligación detenerse a ver a criticar y curiosear. Tenemos gustos similares, apenas distintos mas no dan repulsión las mismas cosas. Nos unimos en el asco por autores determinados y nos reímos a mandíbula batida cuando vemos algunos ladris que, increíblemente publican.
-Que increíble, ya cualquiera publica. ¿Quién es ese y quién es capaz de comprarlo? –Señale indicando un libro expuesto. –Habiendo tanto por leer como puede ser que alguien pierda tiempo en leer esas porquerías.
-Yo lo leí, –me dijo maliciosa.
-No te puedo creer. ¿Enserio? –Dije sorprendido.
-Sí. Está bueno. Leí el blog y compré el libro.
-Hay cosas que no puedo entender, como la gente inteligente como vos lee estas pelotudeces. Si tenés ganas de escribir, poné el culo en la silla escribí mucho, trabajá mucho y recorrete las editoriales…
-Pero están buenos. Hay historias muy lindas y divertidas. Esta bueno leerlos.
-¿Lees muchos blogs?
-Sí. Deben ser unos diez. Ese estaba muy bueno, lo leía muchísima gente.
-Pero no entiendo, no lo voy a entender. ¿A vos también te leen muchos?
-No, -minimizó. –Deben ser unos cuatrocientos por día. Pero la mayoría no comenta. Y otros lo hacen siempre. Yo los que leo los comento. Me gusta contarles lo que me producen sus historias. Opinar sobre temas que desconozco. Esta bueno, -decía sonriente.
-Sigo sin entender…
-Es que te negás porque no te gusta lo que escribo.
-Lo que no me gusta no es que escribas un blog lo que me molesta es la exposición. La necesidad del detalle…
-Es que lo empecé a escribir pensando en mí necesidad, no en una probable pareja.
-Eso está claro, -dije bajando el tono de la discusión, sonriéndole. –Lo patético no es escribirlo, lo patético es leerlo.
No hace falta aclara que mis palabras no consiguieron el efecto deseado…
-Entonces yo soy patética. -Dijo mirándome a los ojos con sonrisa chueca y manos en la cintura. –porque yo leo blogs de otras personas. Y me gusta hacerlo.
Me había metido en un tema sensible y no sabía cómo escapar indemne.
-Debería entrar y comentar algo,-dije superado. -Solo para molestar. Para revolver el avispero y ver qué pasa. Sería divertido, ¿no?
La película estuvo buenísima y la noche pasó llena de besos y vistazos cargados de amor.
Al día siguiente, después de aquella primera vez en la que la puntería me arrincono, volví a abrir el famoso blog…
Que dicen que dicen.